Cuando pensamos en alternativas a las formas establecidas de organización, tenemos en mente un concepto principal, horizontalidad frente a jerarquÃa.
Sin embargo dicha horizontalidad nadie sabe definirla de una manera concreta. Creamos “Asambleas” porque eso es parte de ser horizontal, básicamente su esencia, pero nadie se para a observar qué pasa en esas asambleas, ciertas personas siempre tienen más peso que otras, ciertas personas son capaces de pasar más tiempo en las asambleas que otras, ciertas personas son capaces de hacer propuestas, otras personas son más capaces de pensar los “peros” y las objeciones, otras se aburren y se van, hay quienes quisieran intervenir y no se atreven, hay quien quisiera pasar desapercibido y no puede.
Dado que nuestras cooperativas se nutren mucho de esas formas de los moviemientos sociales, pues nos las llevamos en la mochila cuando nos lanzamos a la aventura empresarial, damos formas por buenas sin desgranar qué significan. En una cooperativa todos los socios son iguales, ¿eso qué significa? ¿es cierto?, si somos personas distintas, con formas de ver las cosas distintas, con aspiraciones distintas, con personalidades diferentes, entonces ¿en qué somos iguales? ¿qué igualdad nos aporta la cooperativa?. Posiblemente lo primero que se nos ocurra es el salario, todos cobramos lo mismo, luego quizá pensemos que todos tenemos capacidad de decisión, sin embargo en estos hechos “perdemos” a las personas, ¿necesitamos todas cobrar lo mismo? ¿tenemos todas las mismas necesidades? ¿tenemos todas las mismas capacidades de toma de decisión?, yo dirÃa que no, en casi todos los casos. Entonces ¿qué es ser iguales, qué es ser horizontales?
También solemos dar por ciertas o aceptar por inercia, algo que probablemente tenga que ver más con habilidades de las personas, con su personalidad, pero ¿debemos siempre aceptar que “somos como somos”? y por tanto ¿no podemos/queremos cambiar?, realmente ¿podemos/queremos cambiar? Muchas veces se crean liderazgos más llevados por la inercia del entorno que por la voluntad propia del “lÃder”; muchas veces damos por hecho que ciertas cosas no las podemos hacer y en ocasiones ni siquiera lo intentamos; muchas veces convocamos reuniones, porque eso es “más horizontal”, cuando en realidad terminan estas reuniones sin haber tomado las decisiones que habrÃan convertido ese espacio en horinzontal; muchas veces invertimos más tiempo en ver los peros de las cosas, que en ser creativos para buscar las soluciones, muchas veces somos más impulsivos sin valorar qué implica la decisión tomada.
Ese proceso de toma de decisiones, a veces queda sepultado bajo una cierta incapacidad de comunicación interna, que en lugar de implicar nitidez conlleva difusión, y en ese momento, es posible que la cooperativa empiece a perder; perder energÃas, clientes, ilusión, cohesión. Se crean agujeros, que cada miembro de la cooperativa suplirá fuera de la misma.
No estamos acostumbrados a asumir que hay problemas y que hay que hablar de ellos, ni a buscar las formas de hacerlo. Posiblemente sea una de las cosas, en la vida en general, más difÃfiles de asumir y porque la cooperativa es demasiado parte de nosotros mismos, es parte de nuestro cuerpo, y ponerlo en carne viva nunca es plato de buen gusto, somos más capaces de soportar un peso que de exponernos. Podemos pensar, “sacar ciertos temas”, implica “romper la baraja”, quizá no sea a nosotros a quien toca hacerlo, porque llegamos más tarde a la cooperativa, porque no lo sentimos “en primera persona”, porque puede romper la estabilidad del grupo (la cooperativa), asà que lo aparcamos entonces ¿qué hacemos? ¿lo dejamos pasar? ¿realmente “se pasa”?. Todos los miedos que nos asaltan, reflejan un hecho de percibir la cooperativa como un ente frágil o muy frágil, inmaduro, en cambio puede que la realidad sea distinta y la cooperativa como colectivo sea más fuerte de lo que imaginamos.
La cooperativa como la vida, implica una continua toma de decisiones, y hacernos fuertes en ese camino de tomar las decisiones, buenas o malas, siempre son instructivas.
El problema está en ¿cómo lo hacemos?
EZLN
“Fue nuestro camino siempre que la voluntad de los más se hiciera común en el corazón de hombres y mujeres de mando. Era esa voluntad mayoritaria el camino en el que debÃa andar el paso del que mandaba. Si se apartaba su andar de lo que era razón de la gente, el corazón que mandaba debÃa cambiar por otro que obedeciera. Asà nació nuestra fuerza en la montaña, el que manda obedece si es verdadero, el que obedece manda por el corazón común de los hombres y mujeres verdaderos. Otra palabra vino de lejos para que este gobierno se nombrara, y esa palabra nombró ‘democracia’ este camino nuestro que andaba desde antes que caminaran las palabras”, señalaban en un comunicado de 1994.